Sin embargo, con el paso del tiempo estas células disminuyen su actividad, y empiezan a reaccionar negativamente ante algunos agentes como el sol, la mala alimentación, el estrés y los cambios bruscos de peso. La disminución del nivel de agua en la dermis es otro de los factores que acompañan a este trastorno, y es así como poco a poco, la flacidez -que es la alteración en la elasticidad de los tejidos a nivel cutáneo o muscular- empieza a aparecer en forma pronunciada en muslos, brazos, glúteos, abdomen y busto, entre otros.
Para solucionar este problema, lo más recomendable es comenzar una rutina diaria de ejercicios, que permita tonificar las áreas afectadas.
El paso del tiempo
A medida que pasan los años, las células de la epidermis pierden su capacidad para regenerarse y su poder de contención de las fibras musculares, de manera que el peso acaba venciendo la resistencia. La pérdida de firmeza es una señal evidente del envejecimiento, aunque no es exclusivo de la edad madura, pues hay otros muchos motivos que pueden generar una pérdida prematura del tono y la tersura de la piel.
El sedentarismo
A la larga, el sedentarismo y la falta de movimiento tienen un efecto pernicioso sobre la firmeza y tono de la piel. El ejercicio es un gran estimulante de todos los procesos que ponen en marcha la renovación de la piel: se estimula la circulación de la sangre, lo que permite nutrir a las células que dotan de elasticidad y flexibilidad a nuestra dermis; se incrementa el drenaje linfático que permite la eliminación de toxinas en las capas superiores de la piel y, además, se liberan una serie de hormonas que hacen a la mujer que practica deporte más atractiva a los ojos propios.
Al igual que ocurre durante el embarazo, los cambios bruscos de peso como consecuencia de una disfunción alimenticia u hormonal suelen acarrear importantes y negativas consecuencias para la firmeza de la piel. Los cambios de volumen de determinadas áreas del cuerpo dilatan y contraen los tejidos a una velocidad que el cuerpo no es capaz de asimilar adecuadamente.
El estrés, la polución y el entorno
La piel está íntimamente relacionada con los sistemas inmunitario y nervioso del cuerpo, de modo que ante agresiones externas como el estrés, la polución o los cambios de temperatura el organismo responde liberando sustancias que al actuar sobre las células de la piel pueden provocar una inflamación y desestabilización de la dermis.
Estas agresiones desde el exterior actúan en la piel de un modo similar que el paso del tiempo: se produce un envejecimiento prematuro, y las células responsables de regenerar la superficie de la dermis no son capaces de responder adecuadamente a la necesidad de recuperación.
La menopausia
Durante la menopausia, la piel de todo el cuerpo experimenta una serie de cambios que se traducen en la pérdida de elasticidad y la deshidratación de la dermis. Esto es debido a que la reducción de los estrógenos propia del climaterio trae consigo una reducción del componente responsable del espesor de la piel, denominado Colágeno Tipo4.
El déficit hormonal que comienza en la menopausia se mantendrá a lo largo de toda la vida de la mujer, lo que revela la importancia de los cuidados a la piel durante el tiempo posterior al climaterio.
Las estrías son una de las grandes enemigas de la firmeza y la belleza de la piel.
Los malos hábitos
El tabaco, el alcohol, el abuso del sol y una incorrecta alimentación, son grandes enemigos de la salud de la dermis.
Fumar acelera el envejecimiento de la piel, pues algunas sustancias incluidas en el tabaco provocan la oxidación de las células cutáneas.
El alcohol actúa como deshidratante de la piel. Para su metabolismo, el cuerpo necesita disponer de mayores cantidades de agua, por lo que su abuso se refleja en una mayor sequedad de la piel.
La exposición prolongada al sol es otro hábito a considerar, pues los rayos ultravioleta también son responsables de la oxidación celular y, en ocasiones, los daños que producen no se solucionan con la crema hidratante.
Otro aspecto que no se puede descuidar es la alimentación. Para tener una piel firme no es necesario ser estricta en la limitación de los alimentos, ni tampoco imponerse dietas de ningún tipo. Las tallas grandes también pueden mantenerse bellas con una piel cuidada, pero controlar los excesos evitará el sometimiento a un régimen que provoque un cambio significativo en el volumen y elasticidad de la piel en zonas problemáticas.
Y por último, recordar la importancia del agua como elemento básico para la salud y la firmeza de la piel. Para hidratarla y purificarla es conveniente ingerir, a lo largo de todo el día, un mínimo de dos litros de agua. También es importante consumir frutas y zumos naturales, que están compuestos en su mayor parte de agua.
Cuidados y prevención
La estimulación mecánica es muy importante e insustituible. Puede provenir de dos vías: del ejercicio físico, que tonifica la masa muscular bajo la piel y tensa los tejidos, así como el masaje, realizado mediante presiones que aumenten la circulación sanguínea y linfática. Si se acompañan con cremas específicas, los beneficios serán mayores.
Aplicaciones en la piel
• Una exfoliación previa, esencial para eliminar células muertas, prepara la piel dejándola más receptiva a la acción de los tratamientos que realicemos.
• Se masajean suavemente las zonas frágiles (pecho y abdomen) y se friccionan las zonas más rugosas (muslos, caderas, rodillas y codos). Indicada tres veces por semana.
• Los Geles y cremas modeladores y reafirmantes: alisan la piel de naranja, favorecen el drenaje linfático y tonifican la piel. Recomendado en la mañana y en la noche.
• Loción hidratante y reafirmante: Además de hidratar, también favorece la tonicidad y además le aporta a la piel un sutil brillo.
• Las cremas y tratamientos que se aplican en muslos, cadera, glúteos y vientre se aplican con movimientos circulares, que abarquen toda la zona. En cambio, en las pantorrillas y brazos se deben aplicar como si se estuviera poniendo una media o un guante, respectivamente.